23 de Septiembre 2025 por Daniel Jorge
Ney Elias y el origen del corredor de Vaján

Cualquier observador que examine un mapa político de Afganistán no puede evitar notar la forma peculiar del país, en particular el estrecho apéndice que se extiende hacia el este. Este apéndice geográfico, conocido como el corredor de Vaján o saliente afgano, se extiende aproximadamente 350 kilómetros de largo pero se estrecha a tan solo doce kilómetros de ancho en algunos lugares. Parece menos un territorio orgánico que una ocurrencia cartográfica tardía, encajado artificialmente entre las masas montañosas de Pakistán, Tayikistán y China. Esta línea fronteriza aparentemente antinatural, que ha perdurado por más de un siglo, debe su existencia al Gran Juego de finales del siglo XIX entre los imperios británico y ruso; y más específicamente, a las observaciones de un explorador extraordinario, pero enigmático, durante un sólo viaje de invierno a través de los Pamir. La creación del corredor de Waján en la década de 1890 representó la culminación de décadas de rivalidad imperial, pero su génesis conceptual se puede rastrear a la expedición de 1885-1886 de Ney Elias, cuyas investigaciones en la región proporcionarían la razón geográfica y política para esta zona de amortiguación. Que una alteración tan significativa en el mapa de Asia Central surgiera del trabajo de un hombre descrito como «ese mudo y sin gloria» habla de las paradojas inherentes tanto al propio explorador como al proyecto imperial al que sirvió.
Antes de entrar en cómo Elias llegó a influir en la creación del corredor de Vaján, primero habría que profundizar en su carácter complejo y contradictorio. Nacido en una familia de comerciantes de Bristol de ascendencia judía, Elias encarnaba al explorador-científico victoriano por excelencia. Sus contemporáneos lo encontraban desconcertante: hacía gala de una modestia nada común entre sus colegas, sin embargo, esta modestia ocultaba lo que su biógrafo Gerald Morgan sugiere que era «una vanidad descomunal».
El enfoque de Elias a la exploración se caracterizaba por un profesionalismo obsesivo que lo distinguía de sus contemporáneos más extravagantes. Mientras exploradores como Younghusband llevaban botellas de jerez y, misiones como la de Lockhart presumían de comidas enlatadas y de hasta una bodega de vinos, Elias viajaba con lo más indispensable. Como señala Morgan, «si hubiera habido espacio para una botella de jerez, la habría llenado con un sextante de repuesto». Sus diarios, escritos a lápiz sobre el papel más endeble, mantenían una letra ordenada, dondefuera que los compusiera.
Este perfeccionismo se extendía a sus observaciones científicas. Incluso mientras sufría de lo que parece haber sido una grave afección hepática exacerbada por la malaria, Elias mantenía estándares rigurosos para registrar observaciones de latitud y longitud, de altitud y temperatura, distancias y rumbos. Sin embargo, este mismo perfeccionismo engendraba un profundo pesimismo sobre sus logros. Sus informes casi siempre comenzaban con un catálogo de fracasos, e incluso su notable travesía de 1872 desde Pekín a Moscú—por la que recibió la medalla de oro de la Royal Geographical Society fue retratada como una saga de planes frustrados y oportunidades perdidas.
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Fotografía retrato de Ney Elias (alrededor de 1895). Wikimedia Commons. |
En mayo de 1885, Elias se embarcó en lo que sería su viaje más trascendental, aunque ni él ni sus superiores del gobierno pudieron haber predicho su significado último. El Gobierno Británico de la India, bajo el virrey Dufferin y el secretario de Relaciones Exteriores Durand, le habían encargado explorar la región de los Pamir y el Oxus Superior con múltiples objetivos: mejorar las relaciones políticas y comerciales con las autoridades chinas en Sinkiang, aclarar el estatus territorial de la región y obtener inteligencia acerca de los movimientos rusos.
La misión se vio comprometida desde el principio. En el último momento, Pekín retuvo la acreditación oficial, reduciendo a Elias de líder de una misión oficial a simplemente «un grupo que viajaba por placer», precisamente el tipo de torpeza burocrática que el perfeccionista viajero encontraba intolerable. Sin embargo, con su determinación característica y sólo cuatro sirvientes, Elias procedió a lograr uno de los viajes más notables de la era victoriana. A modo de comparación habría que mencionar la misión militar del Coronel Lockhart, llevada a cabo paralelamente a Elias, y que avanzó pesadamente a través de mil kilómetros de territorio con un batallón completo; mientras que Elias se movió con una agilidad extrema, cubriendo tres mil kilómetros a través de los sistemas montañosos más formidables del continente asiático.
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Acuarela del Gran Pamir, por Thomas Edward Gordon (1874). Wikimedia Commons. |
La cordillera del Pamir en sí misma presentaba un rompecabezas geográfico y político único. Los geógrafos británicos habían malinterpretado la región como una meseta plana, una suerte de «techo del mundo» sugiriendo algo nivelado en lugar de montañoso. Las investigaciones de Elias revelaron una realidad más compleja: un laberinto montañoso de valles, algunos anchos y cubiertos de hierba (los verdaderos Pamires), otros estrechos y desolados, todos sometidos a condiciones climáticas de una severidad casi inimaginable. En invierno, que fue cuando Elias cruzó, las temperaturas podían variar treinta grados en un solo día. El explorador notó cómo los gansos en el lago Rangul tenían que seguir volando toda la noche para evitar morir congelados.
Fue en este paisaje inhóspito donde Elias hizo su descubrimiento más significativo. El estatus territorial del Pamir era, como él descubrió, casi vago. Los únicos habitantes de la región eran kirguises nómadas cuyo modo de vida errante hacía que la demarcación territorial basada en la lealtad tradicional fuera casi un sin sentido. Como el doctor Leitner hubiera sugerido con anterioridad, los Pamir formaban una zona neutral perfecta. Sin embargo, para 1885, tanto el Imperio británico como el ruso estaban maniobrando para reclamar o controlar porciones de este páramo.
La contribución crucial de Elias vino a través de su interrogatorio sistemático de los nómadas kirguises. A pesar de encontrarlos «vanidosos y volubles como todas las razas nómadas» (sic), descubrió que muchos profesaban una vaga lealtad a territorios controlados por Afganistán como Xighnan y Vaján. Esta lealtad se extendía mucho más allá de lo que las autoridades británicas o rusas habían imaginado previamente, llegando a través de los Pamir casi hasta el territorio controlado por los chinos en la orilla noreste del afluente Murghab-Aksu.
Las implicaciones para los intereses británicos eran profundas. Si la soberanía afgana pudiera establecerse a través de este cinturón de territorio, se crearía un cinturón de territorio de neutral justo a través de la región y así protegería eficazmente todo el Hindu Kush y Dardistán del contacto directo con Rusia. En esencia, Elias había identificado la razón geográfica y política para lo que se convertiría en el corredor de Vaján: una franja de territorio afgano deliberadamente alargada para evitar que la India británica y Asia Central rusa compartieran una frontera común.
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Ilustración de un baile en Dardistán, extraida del libro Dardistan in 1866 por G. W. Leitner (1893). Wikimedia Commons. |
El costo físico y psicológico del viaje de Elias proporciona un contrapunto conmovedor a sus logros geográficos. Ya sufriendo de dispepsia, anemia y una afección hepática cuando comenzó la expedición, su salud se deterioró drásticamente a medida que avanzaba la misión. Su diario, normalmente restringido a observaciones científicas, se volvió inusualmente personal a medida que la enfermedad lo vencía. Al entrar en Badajshán, escribió: «Qué enfermo y cansado se vuelve uno de las colinas interminables, marrones, rocosas, estériles y cubiertas de nieve, y de los valles profundos y estrechos».
La ironía de que un descubrimiento geográfico y político tan significativo surgiera de un viaje que su autor llegó a considerar «un triste final para todos mis trabajos», ejemplifica las contradicciones del personaje de Elias. Había logrado identificar la base para una alteración importante en la geografía política de Asia Central mientras se consideraba a sí mismo un fracaso.
El regreso de Elias a la India en octubre de 1886 no trajo triunfo sino humillación personal. Mientras Lockhart recibía su título de caballero poco después de su regreso, Elias no recibió nada. Su informe fue clasificado como tan secreto, que sólo se imprimieron treinta copias. Se le prohibió dar conferencias o publicar sobre el viaje. Un año después, cuando fue tardíamente nombrado Compañero del Imperio de la India (un honor que había descrito previamente como «leve elogio») tomó la decisión, sin precedentes, de devolver la medalla.
Esta acción, que creó un pequeño escándalo, revela la complejidad del carácter de Elias. Lejos de la modestia que sus contemporáneos percibían, su rechazo del honor sugiere o bien a un hombre que despreciaba toda opinión que no fuera la suya o a uno que entendía demasiado bien cómo se adquirían habitualmente los honores. El hombre que había trazado efectivamente las líneas para lo que se convertiría en el corredor de Vaján moriría, como señaló un obituarista, con su verdadera distinción, o sea, morir sin distinción.
Aunque los descubrimientos de Elias en 1885-1886 proporcionaron el marco conceptual para el corredor de Vaján, su creación formal no ocurriría hasta 1893. El Acuerdo de Durand de 1893 y las subsiguientes negociaciones anglo-rusas en 1895 establecieron formalmente el corredor como territorio afgano, creando la zona de amortiguación que Elias había previsto. La demarcación final creó un corredor más estrecho de lo que Elias hubiera preferido, pero logró su propósito esencial: evitar el contacto directo entre la India británica y Asia Central rusa. El corredor de Vaján ha perdurado a través del colapso de los imperios británico y ruso, la Guerra Fría, y hasta el siglo XXI, un anacronismo duradero de las ansiedades imperiales cristalizadas en forma geográfica.
El papel de Ney Elias en la creación del corredor de Vaján nos recuerda la influencia que viajeros y exploradores del Gran Juego tuvieron sobre la geografía política. Un perfeccionista, atormentado por la enfermedad y el tormento psicológico, que atraviesa un desierto inhóspito en busca de conocimiento científico y estratégico, se convirtió en el arquitecto inadvertido de una de las fronteras más distintivas de Asia. Su descubrimiento de que las lealtades de los nómadas kirguises podrían justificar la extensión de la soberanía afgana a través de los Pamires proporcionó la razón para una zona de separación geográfica que duraría más que los imperios que la crearon. Que la forma peculiar de Afganistán deba su existencia al viaje de invierno de un hombre que consideró su expedición un fracaso, a quien se le negaron los honores dados a contemporáneos menores y que devolvió su único reconocimiento en protesta, habla de las ironías de la historia. El corredor de Vaján sigue siendo, en esencia, el legado peculiar de Elias.
Referencias
The Gilgit Game (1979), John Keay.
Ney Elias: explorer and envoy extraordinary in High Asia (1971), Gerald Morgan.
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